(Publicado en la Voz de Almería el lunes 1 de julio de 2013)
UNA PEQUEÑA AYUDA DE LOS AMIGOS
MANOLO EL VOLTIOS
En el impasse de un día, en 24 horas, dos noticias sobre personas conocidas, cercanas, no amigas con mayúsculas pero queridas, me han puesto la mosca tras la oreja. A una primera, porque sin comerlo ni beberlo, y tal vez por un exceso de confianza por su parte en quienes le rodeaban, se le ha manchado un expediente que será complejo limpiar. Es fácil enchufar el ventilador, y que la basura salpique a muchos para no saber dónde nace la cloaca, y es más fácil disparar a quemarropa cuando los que apuntan son otros y sus intereses, los autores mediatos: esos que aún hacen más gris la sombra donde se alojan. Frenar balas con la lentitud de la Justicia, hace que la mancha se extienda: con lo que el descrédito se instala, pero no queda otra que confiar en ella, y en el tiempo de la razón hurtada.
La segunda persona es Manolo, Manolo el Voltios. Gerente de uno de esos cruces de caminos: Mundo Musical Almería, que entre los músicos almerienses, aficionados, y compradores de sueños ha sido y es: ¿qué no son sino fábricas de sueños los instrumentos musicales? ¿Quién no ha comprado en la tienda del Voltios algo, o ha escuchado sus consejos musicales en el páramo musical que Almería siempre fue? Con ese punto de genio en su universo particular, donde la mente siempre iba más rápida que la conversación o el consejo; oriundo de Benahadux (pueblo hermano, pero rival de mi Pechina natal), ir a comprar a su tienda era echar la tarde, sin prisa, porque no solo se compraba, se aprendía y hablaba de música, de técnica, de las bandas primigenias y pioneras en el pop rock en los sesenta y setenta almerienses, del mundo peculiar de las orquestas (el lado menos amable y mas sacrificado de la música), de los Pink Floyd, los Beatles, Santana o Duke Ellington... Allí empecé a cruzarme con personas con las que al tiempo el camino nos deparó escenarios, proyectos o saludos cómplices. Experiencia, conocimiento, y una forma de vender donde la confianza no daba asco: ese era su secreto. Y no sabría decir si le sería rentable regalar su tiempo, lo que si se es que escuchar a Manolo siempre fue y es una lección magistral. Me llegan noticias a mi atalaya de que los gozos de este maestro andan en pozos oscuros: económicos, vitales, familiares, ¿musicales? Desde aquí mi abrazo, ánimo y reconocimiento a la persona que me vendió aparatos para crear sueños, y uno en concreto especial: la Fender Stratocaster que durante años suspiraba y me compré con mis primeros sueldos fijos, donde se unían los sueños inalcanzables de Slow Hand y Hendrix. Bellos sueños de traste y mástil al fin y al cabo en una Almería pretérita, que no mide el tiempo y el trato con algunos de sus hijos como tal vez debiera ser.